A veces, es más sencillo cerrar los ojos y fingir que algo, una realidad, no existe. Por suerte existen personas como Keston Ott-Dahl, capaces de asirnos por las solapas, agitarnos y obligarnos a mirar a un mundo no tan ideal (mis disculpas, princesa, Jasmin). No nos culpemos demasiado: desde el momento en el que nacemos nos empeñamos en dulcificar el mundo, de modo parezca que Jaffar, los Golfos Apandadores o Scar no existen. Sigue leyendo